Se dice que un 50% de las personas del mundo son capaces de sentir esta emoción porque fue Cain el primer ser humano en sentirla, y así todos aquelllos que la sienten son descendientes de él, pero en realidad toda persona es susceptible de sentir envidia, al ser una emoción social que nos marca un camino en nuestro propio crecimiento personal.
Cuando sientes envidia, es momento de preguntarse que hay detrás de esa emoción, que es lo que anhelamos tener dentro de nosotros y de que capacidad carecemos para cubrir esa necesidad.
Las redes sociales son verdaderos calderines donde se cuece la envidia, pues está valorado socialmente el provocarla, de forma que observando los muros, uno puede hacer suya la frase de «Dime de que presumes y te diré de que careces». No existe la envidia sana, si se siente envidia, existe una carencia, una necesidad en nuestro interior que debemos sanar.
Conviene no olvidar que no podemos compararnos con nadie, porque somos únicos no solo como seres humanos, sino tambien las circunstancias que cada uno hemos vivido y por lo tanto la comparación es imposible. Pero además podemos ir un paso más allá, cuando nos comparamos, siempre tendemos a hacerlo en aquellos puntos en los que salimos perdiendo.
Una persona envidiosa minusvalora su objeto de deseo, e incluso lo humilla, dan consejos con el objetivo de que el otro pierda aquello que él o ella desean; una persona envidiosa imita, alardea y critica, y si como consecuencia de todo lo anterior no logra su objetivo, se aleja y desaparece.
La envidia es dolor, carencia, hambre de espíritu, es incapacidad, impotencia, es falta de responsabilidad, egocentrismo y en definitiva una sensación de vacío que engulle todo lo que uno si puede disfrutar.
Para salir de la envidia, has de detectarla en ti, comprender cuales son tus necesidades y como puedes cubrirlas desde tu propio crecimiento personal, y sin duda el mejor arma para curar la envidia es dar aquello de lo que carecemos, ser generoso con aquellos que aún tienen menos que nosotros, para descubrir que nuestra sanación está ahí, esperando ser escuchados por nosotros mismos.