Aniversario

El aniversario

   María y Juan eran matrimonio desde hacía 15 años; vivían en un maravilloso apartamento en la calle Serrano de Madrid; desde su cuarto piso podían disfrutar las vistas de la ciudad. El ruido de la gran urbe se filtraba por las ventanas desde donde podían escucharse el rugido de los coches, las sirenas de la policía y hasta los ladridos de los perros.
 
 
   Era una fría tarde de invierno, como aquella en la que decidieron unir sus vidas diez años atrás contrayendo matrimonio. Habían decidido celebrarlo por todo lo alto con una cena romántica a la luz de las velas.
 
 
   María se dispuso a preparar la mesa frente a la ventana, le parecía el lugar perfecto para disfrutar de aquel momento junto a su esposo, desde allí se disfrutaba la vida cotidiana de la ciudad. Mientras, en la cocina, Juan preparaba una rica cena compuesta de mariscos y carne; intensos aromas se dispersaron por todo el apartamento anticipando el gran banquete mientras a luz de la velas le daban al salón un aspecto más íntimo y romántico.
 
   María había comprado uno de los mejores vinos que había podido encontrar, sabía que a Juan le encantaría disfrutarlo, y aunque a ella no le gustaba beber alcohol, la ocasión lo merecía. Colocó la botella cerca del plato donde Juan comería, convirtiéndose sin pretenderlo, en el protagonista de la mesa.
 
 
   Juan terminó de preparar la cena y se dirigió a su habitación para vestirse para la ocasión con su mejor traje y corbata mientras María, ya preparada, se quedó sola en el salón, momento que aprovechó para descorchar la botella de vino. 
 
   Con delicadeza dejó el corcho sobre la mesa, metió su mano en el bolsillo y con mucho cuidado, sacó un pequeño sobrecillo que abrió con sigilo, para verter su contenido dentro de la botella. Un polvo blanquecino que enturbió por un instante el rojizo color del vino, para después, recuperar su color inicial. 
 
   Tras dejar la botella en su lugar, María se dirigió a la cocina donde tiró el sobre a la basura mientras una lágrima mojaba su mejilla. Después, se sentó en el sofá a esperar a Juan cuando de repente, escuchó como la puerta del apartamento se abría a su espalda, y vio como un desconocido con pasamontañas entraba y se dirigía a ella para agarrarla fuertemente con su mano derecha para inmovilizarla, mientras con su mano izquierda tapaba su boca y ahogaba un grito de terror y auxilio. Ella intentó escapar dando patadas al aire, pero no logró ningún resultado; en un momento, se encontró atada a una de las sillas con la boca tapada con cinta americana. María estaba aterrorizada, su corazón latía a gran velocidad y un escalofrío recorrió todo su cuerpo.
 
   En ese momento Juan salió de la habitación para reencontrarse con María, la llamó, pero no encontró respuesta, repitió su nombre sin ningún resultado así que pensó que María estaba jugando con él y se dispuso a encontrarla. Cuando llegó al salón la descubrió atada de pies y manos,  y perfectamente amordazada en aquella silla, pero antes de que pudiese hacer nada, su boca quedo sellada por la mano del ladrón que, rápidamente, le inmovilizó para terminar atado de la misma forma que María.
 
 
   Juntos en el salón, frente a frente, con la mesa preparada para celebrar su aniversario, se encontraron atados de pies y manos, inmovilizados, y amordazados, mientras el extraño se dedicaba a buscar los objetos de valor por toda la casa. Puertas abiertas, cajones tirados, jarrones rotos y mucho desorden llevaron finalmente al ladrón de nuevo al salón, buscando calmar la sed que había provocado su intensa actividad, y allí, sobre la mesa, esperándole, encontró la botella de vino de la que no pudo resistir servirse una copa que bebió con ansiedad. A la primera, siguió una segunda, más tranquila, con la que empezó a sentirse peor, hasta que sin poderlo evitar, se desplomó sobre el suelo, muerto.
 
 
   Y allí, frente a frente, las miradas de Juan y María, se encontraron de nuevo como si fuera la primera vez.


   Escrito en colaboración con mi hijo Marco.
 

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