Eran las tardes de invierno en el caserón las más emocionantes que recordaba de su infancia, cuando ya era de noche y aprovechaba las sombras para escabullirse escaleras arriba muy despacio, evitando que el crujido de los escalones alertara a su padrastro. Arriba, e iluminada por lo titilantes candiles, las temblorosas sombras le marcaban el camino hasta aquella enorme puerta de madera de aspecto siniestro. Aquella puerta, siempre cerrada a cal y canto, le provocaba un estremecimiento solo con tocarla, aunque era una sensación que le gustaba; rozaba con los dedillos sus perfiles y comprobaba como el bello de sus brazos se erizaba y su corazón se agitaba como por arte de magia.
Todo lo relacionado con aquella puerta era un misterio, era como comer una fruta prohibida y precisamente por eso le gustaba. De entre todas las emociones que la hacía sentir, era el ojo de su cerradura la que más la agitaba y por eso la dejaba para el final, cuando se inclinaba levemente para asomarse a lo desconocido, lo prohibido y se encontraba con aquella mirada, mezcla de tristeza y frialdad, que inexplicablemente siempre la hacía llorar.
Aquel recuerdo, tan vivo como siempre, volvió aquel primero de junio cuando junto a su abogado, regresaron a aquel lugar con una llave en el bolsillo; hacía un mes que su padrastro había muerto y ella era la única heredera; al final podría desentrañar el secreto de la mirada oculta tras las sombras de aquella habitación.
La llave se resistió a hacer su trabajo, pero tras unos empujones, finalmente cedió y descubrió una estancia oscura y con cierto olor a historia, recuerdos y dolor.
Busco instintivamente la pared en busca de una ventana que sabía que debía estar allí, y tras nuevos crujidos , finalmente dejó paso a una luz cegadora que iluminó, casi por vez primera, aquella estancia. Como si de una imagen celestial se tratase algunos rayos alumbraron un retrato en la pared que a juzgar por su ubicación era el de la persona que la miraba a través del ojo de la cerradura. El cuadro marcaba una fecha que coincidía con el año de su nacimiento y mostraba el rostro de una mujer con un secreto inconfesable en su corazón, entonces fue cuando lo comprendió todo, aquella mujer, sin lugar a dudas era su madre.