La oscuridad sabe que la pluma o el pincel son armas de destrucción masiva que se sobreponen a la intolerancia, porque hacen a todos los hombres y mujeres iguales ante su único destino posible y es por eso que deja su borrón sobre la palabra escrita no con el ánimo de que no sea leída, sino como un símbolo de poder sobre ella.
El caos se cierne sobre el mundo que está a punto de morir, pero al viejo le da igual, esta ya no será su guerra sino la de aquellos que prefieren esconder su mirada sobre una pantalla pensando que su brillo les protegerá en oscuridad; el viejo teme que quizá olvidaron que es la cultura, el amor y la naturaleza lo que disolverá las sombras una vez más.
Entonces, una lágrima recorrió su rostro con dificultad, pero no era por la tristeza de saber que le deparaba el futuro; su lagrima acabó en la comisura de los labios y la saboreo como el que saborea un buen vino por vez primera y luego se da cuenta que da igual, la memoria siempre es efímera salvo para el sabor de la tristeza, engañosa, cuando nos hace defender certezas que en realidad son trampantojos.
El viejo guarda en su regazo su legado, ese libro que le ayudo a romper sus cadenas cuando el hambre atenazaba su estómago, y el miedo paralizaba su corazón, ese libro que le abrió los ojos para descubrir que la oscuridad solo es ausencia de luz, y que una sola cerilla, puede convertirla en universo.