Paseo por la calle como me gusta hacer cada día, para sentir la vida fluir a través de mí y me olvido de que está ahí, en mi cuello, para recordarme lo que me ocurrió, hace ya dos años, aunque aún me parezca imposible.
La gente me mira y yo les devuelvo una mirada de tranquilidad, se que provoca una mezcla de miedo y asco, ese agujero que ahora forma parte de mí. Es la cicatriz más visible que sí habla de quién soy, aunque no es la única, otras andan ocultas a la vista incluso dentro de mi alma.
No olvides nunca que tus cicatrices si que hablan de quien eres, de las experiencias que viviste, de los retos que superaste, las heridas que sanaste y de tus ganas de vivir. No son un motivo de orgullo, sencillamente son porque estás y eso sin duda es lo más importante.
Hace ya dos años de desperté de la pesadilla infinita para sumergirme en otra aún peor, algo difícil de asumir y de enfrentar pero, que otra cosa puedes hacer ante un problema sino tratar de superarlo, de confrontarlo, de jugar la partida hasta el final.
Hoy todo parece un mal sueño, y por eso la cicatriz me obliga a recordar lo que el virus me quitó, pero tambien a reconocer cuanto me ha dado, sin duda por aquellos quedaron por el camino, y por los que andan ahora peleando; por eso siento la necesidad de compartir contigo los aprendizajes que me han hecho hoy una persona distinta, ni mejor ni peor, solo diferente, quizá más fuerte y paciente.
1 comentario en «La cicatriz»
Hermosas y sabias palabras después de una experiencia tan dramática. Son estas experiencias extremas las que hacen que valoremos más lo que tenemos y no perdamos el rumbo en una carrera sin sentido por tener cosas que realmente no son las importantes en la vida.