Como cada cumpleaños, aquel día se pasó volando entre risas, regalos y felicitaciones, los quince años le acercaban un poco más a la ansiada mayoría de edad que tanto anhelaba. El olor de la cera, los flashes cegadores de los teléfonos móviles, y la tarta de zanahoria que le hacía su madre le parecieron como siempre, nada parecía haber cambiado en los últimos años.
Cansada y feliz recogió sus regalos antes de ir a la cama para llevarlos a su habitación, entre ellos, un pijama con motivos navideños despertó su atención en aquel mes de septiembre y no pudo esperar a que llegara el frío para ponérselo, por lo que decidió estrenarlo esa misma noche.
Se puso delante del espejo para vestirlo, y entonces la encontró. Allí, como si acabara de aparecer de entre sus clavículas, una mancha con forma de mariposa llamó poderosamente su atención; dejó el pijama en el suelo y durante unos minutos recorrió su forma con los dedos, descubriendo lo excepcional de aquella marca, probablemente única en el mundo.
Así como estaba, salió al salón a mostrarle la extraña marca a sus padres, que andaban atareados recogiendo los restos de la recién acabada fiesta, y al verla no la dejaron ni hablar.
– Susana, ve a tu cuarto a ponerte algo encima, te vas a constipar. – Le reclamo su madre.
– Espera Mama, dijo ella. Tengo algo que enseñaros. Es alucinante.
Pero los quehaceres domésticos los tenían totalmente absorbidos, y su padre terminó con sus aspiraciones con un
– Susana, luego, ahora haz lo que te pidió tu madre.
Susana se enfado y se fue a su cama, donde se quedó dormida pensando en la reacción que tendrían sus amigos en el colegio al día siguiente, mientras con la mano sobre la marca parecía querer evitar que aquella mariposa saliese volando en libertad.
Las cosas no fueron mejor en el colegio al día siguiente, sus amigos apenas si la hicieron caso, pues cada uno de ellos estaba ansioso por contar sus experiencias durante las vacaciones del mes de agosto y así, a pesar de sus continuas llamadas de atención, no hubo forma de enseñarles la marca, su marca.
Sin duda aquella marca la hacía única en el mundo y sintió que todo el mundo debía comprender lo excepcional que era, lo excepcional que la hacía, así que empezó a pensar en como llamar la atención para lograr tener una oportunidad de mostrarles su tesoro más oculto. Primero fueron los vestidos llamativos que dejaban al descubierto aquella especie de hechizo encarnado en forma de mariposa, después fueron los colgantes de colores, a lo que siguieron cambios de peinado hasta que finalmente y ante la imposibilidad de mostrar al mundo su preciado tesoro, cayo en una profunda depresión.
Nadie la entendía, era excepcional, única, especial gracias a aquella maravillosa marca y sin embargo a nadie le importaba, nadie estaba dispuesto a perder un minuto en admirar su belleza, su autenticidad.
Su familia, sus amigos, nadie parecía comprender que era lo que había provocado aquella situación, mientras la tristeza seguía engullendo su corazón bajo las sábanas de su cama. Pero aún así, Susana siempre dejaba un espacio para que la mariposa pudiese ser contemplada, admirada, en la esperanza de que ese día llegase e iluminara su existencia.