En este escenario, el comercial pasa de ser un mero prescriptor a un embajador de marca, un representante de los valores de la compañía (que necesariamente deben ser congruentes con los propios valores del comercial), donde el cliente puede verse reflejado. Así el cliente, tendrá más sencillo encontrar un partner congruente con su propia identidad.
Para ello el comercial debe reinventarse en alguien en constante formación, conectado en el mundo on y off line no solo de su sector, sino del sector de sus clientes, acostumbrado a desenvolverse en ambientes sociales más allá de la reunión tradicional con sus contactos, sino también en ferias profesionales, eventos, presentaciones, videoconferencias, etc, haciendo crecer de forma constante su red de contactos y por tanto su influencia. Sin duda la marca personal del profesional de ventas se promueve así de forma definitiva, más allá de la mera experiencia o conocimientos del sector y sus productos o servicios con el objetivo de ofrecer más y más valor a sus clientes y sus empresas.
El camino para lograr este tipo de venta es largo, aunque la fidelización conseguida es muy fuerte y sostenible en el tiempo, siempre y cuando la empresa evite incongruencias entre lo que dice ser y luego sea. La transparencia, la fiabilidad y la calidad, son las patas que aseguran de esta forma, contar con la confianza del cliente.
La acumulación de datos para crear un perfil imaginario de las necesidades del cliente tiene aquí un sentido relativo, pues lo importante no es una figura retórica que representa al cliente, sino las personas que trabajan allí, de esta forma, la venta recupera su valor tradicional de relación entre personas, pues solo desde ahí, se puede construir alrededor de los mutuos valores.