Una pregunta incómoda

Una pregunta incómoda

   Nunca olvidaré aquella tarde de verano en compañía de abuelos, tíos y padres en torno a aquel roble milenario; allí, bajo su generosa sombra, podíamos disfrutar de una temperatura más o menos soportable durante los meses estivales, cuando el sol recalentaba tanto las piedras que hasta las lagartijas huían de ellas.
 
 
   Sobre aquel mantel enorme de cuadros blancos y azules, compartíamos la sobremesa refrescándonos con té frío y un botijo que no paraba de sudar. La alberca no estaba lejos, pero los adultos nos impedían zambullirnos en ella hasta que no hubiésemos «hecho la digestión«. Las chicharras ahogaban cualquier otro sonido en la dehesa con su canto ensordecedor y el cielo azul presagiaba otra noche en vela.
 
   Aquellas dos largas horas se alegraban gracias a juegos de cartas , historias de pueblo, y otras batallitas, algunas inventadas por la imaginación de la abuela y otras reales relatadas magistralmente por los abuelos sobre aquellas aventuras vividas durante los años del hambre.
 
    En esas, el primo Julián, el más pequeño de la familia, tuvo una ocurrente pregunta mientras tumbado boca arriba sobre el mantel, jugaba a evitar los rayos de luz que se escapaban a través de la copa del roble; aquella pregunta quedó como flotando en el aire durante unos breves instantes, hasta que todos rompieron a reír ante la evidencia de la respuesta.
– ¿Para que sirve un árbol?.-  consultó Julián en esa época mágica en la que todo se convierte en una pregunta para encontrar nuestro lugar en el mundo.
 
–  Vaya ocurrencias que tienes hijo, pues para que va a servir. – Contesto su madre.
 
   Las respuestas fueron profusas y variadas en función de la persona que las hacía.
 
– Un árbol nos da sombra.
– Un árbol nos ofrece generosamente sus frutos.
– Un árbol nos permite construir casas, muebles y hasta ornamentos.
– Un árbol nos ofrece su resina.
– Sus flores nos alegran la vista.
– Un árbol refresca el aire y nos permite respirar.
– Abrazarnos a un árbol nos da paz y equilibra nuestros chakras.
– Incluso inspira al artista o sirve de apoyo para que juegues tu, Julián.
 
 
    Julián quedo pensativo un instante colocando todo aquello en su cerebro, y mientras, todos nosotros mantuvimos la respiración esperando una nueva ocurrencia que nos hiciera reír de nuevo, pero no hubo respuesta sino una nueva pregunta.
 
– Vale, y nosotros ¿para que les servimos a ellos?.

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